A la mañana siguiente, retira con cuidado ambos tazones del horno. Reserva el amoníaco para usarlo más tarde y retira las rejillas del horno. Deje la puerta del horno abierta durante unos 15 minutos para que se ventile.
Creación de la solución limpiadora: En el recipiente con amoníaco, agregue un par de cucharaditas de jabón líquido para platos y cuatro tazas de agua tibia para diluir el amoníaco.
Tiempo de fregado: Con guantes puestos para proteger sus manos del amoníaco, use un estropajo humedecido en la solución de jabón y amoníaco para limpiar el interior del horno. Concéntrate en los lados y el fondo, donde la grasa tiende a acumularse más.
Limpieza final: Después de fregar, use un paño húmedo para limpiar el horno, eliminando cualquier resto de suciedad y residuos de solución limpiadora.
Este método aprovecha el poder del amoníaco para cortar la grasa y la eficacia de un ambiente cálido y húmedo para suavizar y eliminar con facilidad incluso la suciedad más rebelde del horno. Recuerda manipular siempre el amoniaco con cuidado, usando guantes y asegurando una buena ventilación durante el proceso de limpieza. Siguiendo este enfoque, podrá lograr un horno limpio y reluciente, listo para su próxima aventura culinaria, todo sin el trabajo agotador que normalmente se asocia con la limpieza del horno.